Juan Colorín, el asustaniños de Azuaga

Sobre la leyenda de Juan Colorín, en Azuaga, existen varias versiones, unas hablan de que fue un pastor que se enfrentó al ejército romano y otras cuentan que fue un hombre bastante más tétrico, no obstante su figura fue usada durante años por los padres para asustar a sus hijos con el fin de que no fueran a jugar solos por la noche en los alrededores del castillo.

Una primera versión de la leyenda cuenta que fue un pastor lusitano que se enfrentó al ejército romano. Y es que cierto día fue saqueado por los romanos quitándole todo cuanto tenía, Juan para vengar tal afrenta construyó una porra y una noche, mientras el jefe romano dormía entró sigiloso en su tienda y le asestó un terrible golpe en la cabeza que lo mandó a la tumba. Cuando Juan Colorín murió y para no olvidarlo se cree que fue enterrado junto a su porra en el castillo de Azuaga.

La otra versión de esta leyenda habla de que Juan Colorín fue un hombre solitario y asocial, de aspecto monstruoso, de él se decía que vivía en una cueva junto al castillo de Azuaga (Castillo de Miramontes) y que salía por las noches con una porra y un candil asustando a los niños que osaban perturbar su tranquilidad. Parece que la relación de odio entre Colorín y los niños comenzó cuando una noche un padre y su hijo caminaban dando un paseo hacia el castillo y al pasar por la cueva donde vivía Juan, el niño tiró una piedra con tan mala fortuna que fue a parar a su cabeza. En ese momento, muy furioso, salió tras ellos pero al caérsele la porra por el camino no pudo alcanzarlos, desde entonces dicen que buscó vengarse de los niños. Harto de estas inocentes criaturas y debido a su fuerte carácter, cuenta que cuando atrapaba uno en los alrededores del castillo no tenía piedad de él no dejando hueso sano en el pobre chiquillo. Hay quien va más allá y cuenta que incluso a algunos los encerró en las mazmorras del castillo para posteriormente comérselos. Los niños temían a Juan Colorín y éste los odiaba, pero los chiquillos cansados ya de él decidieron darle un escarmiento. Cierta noche un numeroso grupo se armó de valor y aguardó escondido a que Juan Colorín bajara de la Benalta para asustarlos y en ese preciso instante le echaron encima una manta zamorana y lo apalearon. Le quitaron la porra y el candil y lo subieron a la Benalta para despeñarlo por la falda de la montaña del castillo yendo a parar su cuerpo junto a la piedra de la cruz. Cuentan que la porra y el candil fueron enterrados bajo los eucaliptos que existen al pie del castillo.

Los más antiguos del lugar cuentan que aún hoy, en los alrededores del castillo, en las noches de luna menguante se pueden escuchar los lamentos de Juan Colorín.

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