La enigmática dama de negro

Corría el otoño del año 1938, cuando Teodosio Gómez López “El Rojillo” de 45 años y vecino de Garganta la Olla, vivió el episodio más turbador de toda su vida.

Era temprano, aún no había amanecido cuando Teodosio se dirigía montado en su mula a recoger castañas, iba camino a “Las Tortiñosas”, al poco de salir del pueblo apareció, a unos cinco metros delante de él, una figura alta cubierta con negros ropajes hasta la cabeza, sus ropas a modo de túnica o manto eran resplandecientes y brillaban con la luna de la noche.

En un principio pensó que podría tratarse de Amalia, una vecina del pueblo, muy buena moza, alta y guapa, pero empezó a extrañarse cuando fijándose bien vio que aquel personaje era extrañamente alto, mucho más que esta vecina.

El Rojillo, intrigado sobre quien sería aquella persona tan alta, azuzó a la mula para ver de quien se trataba, pero una vez más se extraño al ver que si aligeraba el paso la figura andaba más deprisa y hacía lo propio cuando retenía su marcha. El misterioso personaje siempre se mantenía a la misma distancia.

La extraña figura jamás se giró, por lo que no supo distinguir si se trataba de un hombre o una mujer, se mantuvo siempre de espaldas a Teodosio aligerando o ralentizando el paso según hiciera el aldeano.

Este ser parecía carecer de pies y sus movimientos indicaban que se desplazaba como deslizándose ó flotando sobre el suelo.

Teodosio comenzó a canturrear, un poco por distraer el miedo y otro poco pensando que así llamaría la atención de aquel ser y se giraría, pero la extraña figura se mantenía impasible a sus cánticos.

Algo, que desconocemos, debió ocurrir cuando Teodosio se detuvo en la fuente conocida como “La Ritera” para dar de beber a la mula, la figura al igual que ocurrió anteriormente se paró como esperando al garganteño y a su bestia.

Teodosio, asustado azuzó la mula dándose la vuelta hacia el pueblo, aunque luego se lo pensó mejor y volvió por el mismo camino para recoger las castañas, durante el trayecto no paraba de mirar hacia los lados para ver si volvía a ver a aquel extraño ser, pero éste jamás volvió a aparecer.

Cuando regreso al pueblo, lo hizo, con el rostro desencajado, irrumpiendo en su casa le dijo a su mujer “¡No vuelvo, Agustina, no vuelvo!”, posteriormente se acostó apresuradamente como poseído por un terror indescriptible.

Fuente: Extremadura Misteriosa / José Manuel Frias
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