La trágica historia de Sara, la hermosa mora encantada

Cuando el rey Fernando III el Santo emprendió la Reconquista desde las tierras de León hacia el sur camino de Taryala (Trujillo) se toparon con la fortaleza de Monfragüe ocupada por aquellos entonces por un bravo alcaide sarraceno. El monarca castellanoleonés debía tomar el castillo de Monfragüe, pero no disponía de mucho tiempo, ya que debía partir hacia Trujillo para tomar su castillo, pues venían refuerzos musulmanes desde el sur a las órdenes del Al cadí Muhammad ibn Yusuf ibn Hud. Es por ello por lo que Fernando III decidió dividir a sus hombres y dejar un pequeño ejército a la ordenes de su mejor capitán encargado de tomar el castillo de Monfragüe mientras ellos continuaron su camino dirección a Trujillo.

Las huestes cristianas montaron un pequeño campamento a unos kilómetros de la fortaleza. Al día siguiente, el capitán se dirigió junto a sus soldados hacia los pies del castillo de Monfragüe y pidieron ver al alcaide al que invitaron diplomáticamente a rendirse si no quería ver derramada la sangre de sus hombres, el alcaide, un experimentado y bravo guerrero se negó en rotundo y digo que tomarían el castillo sólo por encima de su cadáver.

El capitán volvió al improvisado campamento pensando la manera de asaltar la fortaleza, no tenían tiempo de sitiarla por hambre pues su rey los necesitaba en Trujillo, por lo que planificaron su asalto. Cuentan que fueron diez interminables días de feroz lucha que terminó cuando el bravo capitán leonés resultó herido de muerte por una lombarda. Los soldados se retiraron hacia el campamento con el cadáver de su capitán pensando que lo mejor sería fijar la posición, comunicar su situación al rey y esperar noticias.

Cuando el pequeño ejército se encontraba descabezado y la moral de la tropa se encontraba en su peor momento apareció un joven alférez mozárabe, Ibán Hernando que planteó la posibilidad de volver a asaltar la fortaleza, pero en esta ocasión escalando el pétreo farrallón, el mismo se ofreció voluntario, pero necesitaba más soldados que lo acompañasen. Convencida la tropa planearon el asalto esa misma noche, noche en la que, por cierto, estalló una gran tormenta que hacía aún más resbaladiza los lienzos de la muralla, pero que también produciría que los soldados sarracenos se encontraran más despreocupados. Comenzaron la escalada al castillo Ibán y cuatro soldados más, de los cinco solo cuatro coronarían la muralla, pues uno perdió la vida durante la subida cayendo al foso. Una vez llegaron a los adarves de la muralla sorprendieron a los guardianes que fueron asesinados en aquel mismo lugar, con las primeras luces del día la fortaleza estaba tomada a excepción de la torre del homenaje, donde aún permanecía el alcaide. Ibán le ofreció una rendición pacífica para no derramar más sangre, pero el orgullo del sarraceno se lo impedía y lejos de rendirse decidió desafiar el solo uno a uno a todos los soldados cristianos, si moría podrían tomar la fortaleza.

Ibán decidió que sería el primero en batirse en duelo con el alcaide y tras dos largas horas de noble combate un mandoble del alférez cristiano terminó con la vida del alcaide, en sus últimas palabras suplicó que cuidasen de su hija, que no fuera ultrajada y que se la entregasen al rey Don Fernando y así se lo prometió Ibán. Al terminar la lucha salió del torreón con paso firme y semblante serio una bella dama mora llamada Sara, que se abalanzó sobre el cuerpo inerte de su padre, sin soltar una sola lágrima y con la mirada puesta en el cielo pidió un poco de tiempo para darle honrosa sepultura, algo que le fue concedido. Ibán en aquel mismo instante sintió un flechazo en el corazón, pero un flechazo de amor quedando locamente enamorado de Sara.

Tras enterrar al alcaide, Sara partió junto a la tropa partió hacia Taryala para ayudar a Fernando III a la toma del castillo de Trujillo, cuando llegaron se encontraron con que a pesar de que los cristianos tenían sitiada la fortaleza no conseguían tomarla, pensaba ya seriamente el rey cristiano en su retirada cuando la leyenda cuenta que sobre las almenas de las torres albarranas que hoy flanquean la puerta del triunfo se apareció la Virgen María en un acto de bondad que dio fuerzas a las tropas para continuar con el asalto. Tras unos días de asalto un grupo de soldados encabezados por Fernán Ruiz Altamirano consiguiendo abrir las puertas de la ciudadela un 25 de enero de 1232,reconquistaron así definitivamente la villa, pasando a pertenecer a la Corona de Castilla

El joven alférez Ibán fue premiado por su valor en la batalla y se le entregó el uso y disfrute de unas tierras de labrantío y una pequeña aldea que hoy lleva su nombre Ibahernando. Ibán que continuaba enamorado de la joven Sara no se atrevía a confesar su amor por ella, ya que ella desconocía que él había sido el asesino de su padre. El caso es que pasó el tiempo y tras varias miradas huidizas y sonrisas cómplices los jóvenes se enamoraron. Ibán bautizó la ermita mozárabe de la aldea que había recibido con el nombre de Santa María de la Jara, en honor de su amor Sara, Sara en árabe es Jara en castellano. Pero Ibán no era del todo feliz y sobre su conciencia pesaba el haber matado al padre de Sara. Por lo que en un arrojo de valor decidió confesarle a su hermosa novia el suceso, ella muy enfadada le negó el perdón y le pidió que se alejara de ella.

Atormentado Ibán partió con el rey a la reconquista de Córdoba, donde según las crónicas de la época encontró la muerte en 1236, una traicionera saeta partió en dos su corazón malherido.

Pronto llegaron las noticias a Trujillo e Ibahernando de la muerte del soldado, llegado a oídos de su amor imposible, Sara, que quedó soltera y juró amor eterno al joven mozárabe cuentan que todas las tardes subía a la torre de Santa María (hoy Torre Julia) a esperar a su amado a sabiendas que jamás volvería.

Cuentan en Trujillo los más antiguos del lugar que algunas noches de luna, cuando la luz alumbra las ventanas de la torre una misteriosa sombra se ve transitar entre las ventanas, cuentan que es el alma de Sara que sigue esperando a su amado Ibán.

Fuente: Leyendas Trujillanas / José Antonio Redondo
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