El rayo y el Santísimo Cristo de la Sangre

Cuenta la leyenda que la primavera de 1851 el Santísimo Cristo de la Sangre se encontraba expuesto en rogativas en la parroquia de Santiago de Casas de Reina. Aquel año los campos de esta localidad pacense y su comarca se veían asolados por una grave sequía que mermaba peligrosamente las cosechas.

Pero el 4 de mayo de aquel mismo año parecía que el tiempo iba a cambiar, el cielo comenzó a teñirse de un oscuro color grisáceo y el viento racheado comenzaba soplar, se presagiaba tormenta. Aquellos años era costumbre en el pueblo que los vecinos se resguardanse de las tormentas en la iglesia.

Un vecino del pueblo, Juan Diaz Roque, apodado “Juan el del Cerro” se dirigía a refugiarse en la iglesia cuando recordó que en los terrenos de “la Albuera” tenía un rebaño de ovejas pastoreado por un joven, por lo que en lugar de entrar en el templo decidió acudir en su ayuda para poder recoger pronto los animales.

A cada minuto que pasaba el cielo se tornaba más oscuro y el viento soplaba con más fuerza, de un momento a otro estallaría la tormenta sobre sus cabezas. Estando junto al pastorcillo recogiendo las ovejas se desató la temida tormenta manifestada en forma de fuerte aguacero con abundante descarga eléctrica y acompañada de vientos huracanados.

Todo ocurrió muy rápido y no les dio tiempo a resguardarse, en un momento dado notaron muy cerca de ellos un fuerte resplandor acompañado segundos más tarde de un atronador trueno, pensaron que el rayo habría caído muy cerca de ellos. Tan cerca había caído el rayo que se había dado de bruces con la cabeza de Juan, aunque por suerte e inexplicablemente el rayo solamente le quemó el ala trasera del sombrero. Juan quedó pálido tras aquel suceso, pasados unos minutos, una vez recompuesto le relató al joven pastor como en la luz del relámpago había visto la silueta del Cristo Crucificado que permanecía en rogativas en la iglesia. Pero eso no era todo, este hecho le dejaría marcado, literalmente hablando, de por vida y es que tras la caída del rayo le apareció grabada en la espalda la forma de la cruz en un color rojo sangre. Podrían haber sido quemaduras producidas por el rayo, pero la marca no tenía herida ni Juan notaba dolor alguno, esta marca la mantuvo de por vida.

Terminada la tormenta y una vez recompuestos, decidieron poner rumbo a la iglesia para dar gracias al Santísimo Cristo de la Sangre por haberse apiadado de sus vidas. Allí se encontraron con los habitantes del pueblo bastante nerviosos, y les relató lo que le había ocurrido cuando había acudido a ayudar al joven pastor. Los vecinos que se encontraban protegidos en la iglesia le contaron como en la iglesia también había caído otro rayo, entró por la torre y una vez recorrida toda la nave principal del templo salió al exterior por la ventana del primer coro, como consecuencia de ello le quemó los velos y parte de los vestidos a Francisca Chavarrias Díaz y Josefa Millán y le abrasó la mantilla a una madre que tenía a una niña pequeña en brazos. El bebé se llamaba Hermenegilda Diaz Cabezas.

En aquellos mismos instantes, Juan propuso celebrar todos los 4 de mayo una misa de acción de gracias en honor del Santísimo Cristo de la Sangre. Junto a algunos familiares y amigos comenzaron a formar una hermandad, con fe y amor al Santísimo Cristo, en señal de agradecimiento por su intervención divina. Pasados los años, el relato comenzó a tomar tintes milagrosos y aún hoy los Hermanos del Cristo de la Sangre celebran cada 4 de mayo este acontecimiento religioso, su fiesta “El Rayo” 

Fuente: Leyendas de la Campiña Sur
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