La Encamisá de Navalvillar de Pela: ¿victoria frente a los moros o fiesta pagana con ritos y cultos a la naturaleza?

La Encamisá o Carrera de San Antón es una fiesta popular que se celebra en la localidad pacense de Navalvillar de Pela, en honor al patrón del municipio. Se caracteriza por su gran júbilo y alboroto y es sin duda una festividad llena de colorido y alegría.

Se celebra todos los años del 16 al 19 de enero, y fue declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 1986. Posee un gran poder de convocatoria congregando anualmente a más de 1.000 jinetes y 10.000 asistentes.

La fiesta consiste en una carrera de caballos nocturna donde los jinetes acompañados por la infantería (gente a pie) realizan un recorrido urbano de unos dos kilómetros lleno de hogueras al son de la charanga y el tamboril. Tanto jinetes como infantería llevan el traje típico de esta fiesta compuesto por camisa blanca, faja roja o negra y pañuelo multicolor al cuello, además los jinetes llevan un gorro puntiagudo en la cabeza siendo una de los objetos mas significativo de la fiesta y los caballos suelen ir engalanados con la típica manta de madroños. Durante el recorrido los participantes gritan vivas a San Antón mientras riegan y endulzan sus gargantas con vino de pitarra y los tradicionales biñuelos (dulces hechos con harina, azúcar, aceite, esencia de anís y canela, aguardiente y miel).

Todo esto sucede la noche del 16 de enero, noche de San Fulgencio y víspera del día de San Antón. La carrera se abre con el Pregón del mayordomo en la plaza del Ayuntamiento que junto a los 3 vivas al Santo, el repique de campanas y el estruendo de cohetes dan el pistoletazo de salida a la carrera que a través de hogueras estratégicamente situadas realiza un recorrido que dura unas dos horas y media aproximadamente.

La carrera, termina cuando el abanderado ha completado las tres vueltas al recorrido y finaliza con el obsequio de un puro para el jinete y un "biñuelo" para el caballo. Una carrera donde no hay premios: el objetivo es pasarlo bien.

Dos hipótesis se barajan sobre el origen de la fiesta:

1.- Por un lado y según la leyenda transmitida oralmente y recogida en verso por María Petra Baviano Asensio en “Leyenda sobre el origen de La "Encamisá" en 1993, se cree que esta fiesta tiene un origen medieval: conmemorando la victoria de los peleños frente a los moros. Tras la batalla sucedida entre infieles y cristianos en la Sierra del Bravo, los moros se refugiaron en la zona conocida como la Repica, desde donde planearon el asalto al pueblo. Pero los peleños con la ayuda de San Antón tramaron una contraemboscada con la que amedrentar a los musulmanes: hicieron grandes hogueras, galoparon veloces portando hachas encendidas, hicieron sonar tambores y cencerros, vistieron camisas blancas y aumentaron su altura luciendo gorros acabados en punta, de esta manera produjeron tal alboroto que asustaron a los moros que huyeron despavoridos creyendo que se encontraban ante un numeroso ejército, mejor organizado y casi fantasmal. A San Antón se le dedicó la salvación.

En cualquier caso, La “Encamisá” es un término que ya desde los siglos XVI y XVII ha evocado prácticas guerrero-militares propias de ejércitos cristianos, estas practicas se solían realizar de noche para sorprender rápidamente al enemigo, durante la ofensiva se vestían camisas que en la oscuridad de la noche no los confundiese con los contrarios y de aquí se vino a llamar Encamisada. No en vano, así se recoge en el diccionario de la RAE definiendo a La Encamisá así:

“Encamisada: En la milicia antigua, sorpresa que se ejecutaba de noche, cubriéndose los soldados con una camisa blanca para no confundirse con los enemigos”

2.- Por otro lado algunos historiadores creen que esta fiesta es el resultado de  la cristianización de una festividad pagana, al encontrarse cercana en el tiempo al solsticio de invierno, fecha plagada de ritos y cultos a la naturaleza desde la antigüedad.

Entonces, el fuego era considerado un elemento de purificación, en este caso las hogueras y hachas servirían para quemar y destruir todas las fuerzas dañinas que pudiesen producirles algún mal, además, también se creía en el poder fertilizante de la hoguera (fertilidad para campos, personas y animales), por lo que los bailes y brincos junto al fuego se podrían interpretar como un llamamiento al poder de la fecundación.

La algarabía producida por el tambor, los cencerros y los gritos pretendería alejar a los malos espíritus que se refugiaban en las viviendas.

Por último, los jinetes han sido vistos como un ritual masculino de iniciación a la mayoría de edad donde el hombre domina a la bestia, preparándose así para la guerra y el cortejo de la mujer.

El papel del fuego purificador se puede encontrar en infinidad de fiestas españolas, como ocurre con San Juan y sus populares hogueras.

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