En el siglo XIX, en Serradilla, un joven llamado Juan Morales González se encontraba cierto día cuidando el rebaño de cabras de sus padres, cuando se vio involucrado en la muerte de un hombre en Peñafalcón, cerca de lo que hoy se conoce como el Salto del Gitano.
Debido a este suceso tuvo que huir de la justicia y echarse al monte, allí conoció a otros prófugos con los que formó una banda de asaltadores. Dominaban todo el área de Monfrague, poco a poco Juan, que era una persona muy astuta, se convirtió en el líder de los bandoleros y fue bautizado con el nombre de “El Cabrerín”, tuvo fama por ser uno de los bandidos más respetados de la zona llegando a enfrentarse a otras bandas como los “Mendoza” o los “Java”.
En esas mismas tierras y en ese mismo siglo, existió un rico terrateniente llamado Don Julián Silva, considerado en aquella época como el hombre más rico de Extremadura. Cuentan que el terrateniente, cierto día, fue secuestrado por un grupo ladrones y llevado al Puerto de la Serrana, allí le exigieron una gran cantidad de dinero a cambio de continuar con vida.
Al tener conocimiento del tal secuestro, El Cabrerín y su banda, se presentaron en el puerto salvando la vida a Don Julián, dicen que el bandolero se presentó a Don Julián diciéndole:
"Yo soy Cabrerín, el jefe de los bandidos de la sierra y usted es el dueño de muchas tierras de la comarca y de los ganados que pastan en ellas; ambos podemos vivir aquí, pero nos interesa ponernos de acuerdo porque los dos nos podemos ayudar y servir mutuamente respetando ciertas condiciones. Si usted se compromete a darme en dinero o en comida lo que yo necesite para mantener a mis hombres en la sierra, yo le prometo que sus ganados y tierras serán respetadas por nosotros y en nosotros encontrará usted el mejor guarda para su hacienda".
Don Julián, que no esperaba tal ofrecimiento, estuvo de acuerdo en el trato y con un fuerte apretón de manos rubricaron el acuerdo, de aquí nació una sincera e interesada amistad.
Unos años después, el Cabrerín y su banda se desplazaron a tierras andaluzas en busca de tesoros, allí fueron sorprendidos en una emboscada por la justicia y todos los miembros de la banda fueron condenados a varios años de cárcel.
El Cabrerín cumplió condena en el penal de Ceuta, tras 55 años en la prisión salió en 1892 con 79 años. Entonces decidió volver al monte a buscar los tesoros que él mismo había escondido, pero no logró recuperarlos. En su pueblo natal, Serradilla se encontró solo, con sus antiguos compañeros dispersos y los vecinos que no contaban con su confianza, decidió ir a ver a Don Julián, su fiel amigo.
Cuando llegó al palacio que el rico terrateniente tenía en la dehesa del “Haza de la Concepción” a orillas del Tiétar, el Cabrerín le contó lo que le había ocurrido, como la justicia los había apresado, que estaba desilusionado por no llegar a encontrar los tesoros y que se encontraba cansado, mayor y solo.
Don Julián que siempre le estuvo muy agradecido por salvarle la vida le abrió las puertas de su casa y para que no le faltara de nada, pagó en Plasencia el asilo donde pasaría sus últimos años. Falleció el 9 de abril de 1902 a los 89 años de edad.
Las aventuras y desventuras, que han trascendido hasta nuestros días sobre el Cabrerín le han dado en ocasiones un tinte entre lo histórico y lo legendario, eso sí sin ribetes sensacionalistas, ni el rasgo romántico de robar a los ricos para dárselo a los pobres. Podríamos calificar el bandolerismo que realizó como suavizado y de corta actividad criminal.
Recientemente se ha rodado en Serradilla, con la participación de sus vecinos, un largometraje en el dialecto local que tiene como protagonista a este famoso bandolero: “Territoriu de Bandolerus” (Territorio de bandoleros).
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