A Llerena, durante el siglo XVI bien la podríamos definir como la “Ciudad de los conventos” y es que en dicho siglo, en su época de máximo esplendor, llegó a contar con una gran actividad cultural surgida en su mayor parte de los siete conventos que la localidad albergó (Santa Isabel, San Francisco, La Merced, Santa Clara, Santa Ana, San Sebastián y la Concepción). Las sucesivas desamortizaciones del siglo XIX, primero la de Mendizabal en 1837 y después la de Madoz de 1855 provocaron el paulatino declive de estos edificios religiosos.
El convento que nos ocupa es el de Santa Clara, el único que manteniéndose en pie conserva integra su estructura y su función religiosa. El templo fue fundado en 1508 por el comendador de la Orden de Santiago Rodrigo Porrado. Sobre este convento existe una leyenda, que muchos dicen ser cierta, y que afirma que debajo del edificio religioso existe un pasadizo que comunica este convento con el ya desaparecido San Francisco. Sobre la función de dicho pasadizo existe un debate abierto, para unos los padres franciscanos lo usarían para auxiliar a las monjas en sus menesteres espirituales, sin embargo, otros ven en este túnel un conducto secreto que favorecería encuentros impuros y lujuriosos entre los miembros estas comunidades religiosas.
Otra versión de esta leyenda habla de que este pasadizo se comunicaría con alguna sierra cercana y sería utilizado como vía de escape para las religiosas.
Respecto al desaparecido convento de Santa Ana también se asegura que existía un pasadizo que se dirigía en dirección a la Plaza España pero que extrañamente antes de llegar a ella se desviaría en dirección al convento de Santa Clara.
Sea como fuere, no era extraño encontrar en aquellos años pasadizos subterráneos en las ciudades, su construcción se debía básicamente a una cuestión de seguridad, pues permitía a las personas moverse libremente sin necesidad de salir al exterior y poner así en peligro su integridad física.
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