En los años cincuenta del pasado siglo XX en España el régimen franquista comenzaba poco a poco a abrirse al mundo, concretamente en Extremadura arrancaba el conocido como “Plan Badajoz”. Al amparo de las inversiones realizadas en este plan se gestó una de las experiencias más innovadoras y originales que la iniciativa privada haya desarrollado en España en la segunda mitad del siglo XX.
El promotor y artífice de este genial proyecto fue Eusebio González Martín “Don Eusebio” un innovador empresario de la postguerra natural de la Sierra de Béjar, padre de diez hijos y abuelo de 55 nietos. Quienes le conocieron dice de él que era una persona austera y sencilla. Desarrolló en Extremadura varios proyectos como una fábrica de madera en Guadalupe, instaló la primera línea de telefonía en Extremadura y montó una central eléctrica que proporcionó electricidad a toda la comarca de Guadalupe incluyendo Trujillo. Pero su proyecto más novedoso aún estaba por llegar.
En los años cincuenta “Don Eusebio”, planeaba un nuevo proyecto, aprovechando tal y como ya hemos dicho la puesta en marcha del Plan Badajoz planificó lo que podríamos calificar como un laboratorio agroganadero experimental. Pretendía probar la eficacia de las más modernas técnicas agrícolas, nueva maquinaria importada de Alemania y Estados Unidos y a la vez trabajar con nuevos cultivos tanto de secano como de regadío. “Don Eusebio” ideo la construcción de un poblado y se encargó personalmente de elegir el terreno sobre el que se levantaría, para ello buscó un lugar que tuviese suelo fértil, agua cercana y un clima templado y se decidió establecer cerca de Alía, sobre una elevación de terreno junto a un valle cercano al rio Guadalupejo y una raña totalmente llana. De esta forma a finales de los años cincuenta del pasado siglo XX se levantó el “Complejo Agroindustrial de Almansa”.
El municipio fue habitado principalmente por colonos procedentes de Alía, Castilblanco, Valdecaballeros y Guadalupe, todos ellos deseosos de un futuro prometedor. Almansa dinamizó la economía de la zona, ya que aquí había trabajo para todo el mundo, dicen que se trabajaba bastante pero que estaba garantizado un sueldo digno a final de mes. A las personas o familias que se trasladaron allí para trabajar se les entregaba una casa y se le cedía un huerto para que lo cultivase a cambio de una parte de la producción. Otros trabajadores de Almansa sin embargo mantuvieron la residencia en sus respectivos municipios y diariamente acudían en burro o bicicleta para trabajar. Las casas eran cómodas para la época, la mayoría disponía de dos habitaciones, una chimenea usada como cocina, despensa e incluso televisor. La población de Almansa llegó a rondar las dos o tres mil personas, llegando a pagarse más de 1.500 nóminas.
El poblado rebosaba alegría y dinamismo gracias a la gran cantidad de niños y juventud que había, contaba con más actividades de ocio que cualquier otro pueblo de la comarca, periódicamente y como en cualquier otro municipio en la plaza se realizaba el baile, se proyectaban películas de cine, todas estas actividades atraían también a vecinos de los pueblos de alrededor. Cuentan que en el patio de la casa de “Don Eusebio” al finalizar el colegio los niños representaban una obra teatral. La gente que habitó Almansa cuenta que los niños fueron felices en aquel pueblo nuevo pero que ellos tuvieron sentimientos encontrados, por un lado felicidad e ilusión por un futuro prometedor y por otra se enfrentaron con un fuerte desarraigo local.
Almansa, arquitectónicamente hablando, se configuró de forma similar a los poblados ferroviarios o pueblos de colonos, se estructuró en torno a una gran plaza diáfana. Alrededor se encontraba la iglesia, un edificio a modo de ayuntamiento que servía para realizar todas las labores administrativas, algunas de las casas de los obreros, almacenes y otros edificios destinados a servicios públicos. En el pueblo no faltaba de nada, tenían bar, lechería, carnicería, panadería, farmacia, colegio, fábrica de tabaco, fábrica de pimentón, su población era la envidia de los municipios del entorno, tenía más servicios que cualquier municipio de la zona. Los alrededores del poblado estaban rodeados por enormes campos de cultivos estructurados a través de canales de riego artesanales que bebían agua del rio Guadalupejo. Aquí se cultivó de todo, cereales, legumbres, frutas y hortalizas, aunque las mayores extensiones de cultivo correspondieron a pimientos, maíz, tomate, lechuga, garbanzos, tabaco o algodón.
El lema de Almansa, tal y como aún vemos reflejado en su emblema era:
A = Almansa
U = Unión
T = Trabajo
C = Constancia
Almansa: Unión, Trabajo y Constancia
El proyecto no duró más de 15 o 20 años, la principal causa de su decadencia fue la avanzada edad con la que contaba “Don Eusebio” cuando decidió emprenderlo. Falleció en 1961 y los herederos o bien no aprendieron como gestionarlo o no supieron adaptarse a los nuevos tiempos y terminaron con Almansa. No obstante, la desaparición de Almansa no fue inmediata si no que fue un proceso lento que duró entre 10 y 15 años. A principios de los años 70 ya casi no existían habitantes en Almansa y con el paso del tiempo los herederos fueron vendiendo sus partes de tierra hasta quedar el poblado dividido en pequeñas parcelas.
Actualmente Almansa es prácticamente un poblado fantasma, aunque aún quedan viviendo unas 7 familias que se ganan la vida con explotaciones agroganaderas. En el despoblado aún podemos observar, como se aprecia en las fotografías, las grandes casas de los obreros, la iglesia, el “ayuntamiento” y algunos edificios entre los que podemos identificar el que parecía ser el economato.
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