La ermita de la Madre de Dios se localiza en una ladera de la Sierra de Arroyo, próxima a la población. Está incluida en la Lista Roja del Patrimonio (en peligro) de Hispania Nostra, pero no es uno más de tantos preciosos monumentos abandonados de la mano de las administraciones competentes (¡aunque no de la mano de Dios, como veremos más adelante!); la ermita de la Madre de Dios tiene una curiosa historia.
Según el libro “Arte y religiosidad popular. Las ermitas en la Baja Extremadura (Siglos XV y XVI)” (VV. AA., Zafra, 1995) las primeras noticias sobre la ermita, también conocida como Nuestra Señora de la Sierra, son de 1501, teniendo culto hasta comienzos del siglo XX. Según otras informaciones (Ermita de la Encarnación, último acceso: 13-12-2013) la ermita fue construida mediante limosnas por el franciscano Fr. Juan de la Puebla, y su techumbre se derrumbó en 1927, acelerándose entonces su proceso de destrucción.
Cuando nos acercamos a visitarlo el edificio produce una impresión desoladora, como si una bomba hubiera caído sobre ella de repente. Así, la iglesia ha perdido completamente la cubierta y conserva en muy mal estado parte del ábside, uno de los muros de cerramiento de la nave y el coro; también restos de una capilla que estuvo cubierta con cúpula, seguramente la sacristía; además, la que fuera fachada principal también está completamente destruida, si bien aún son visibles restos de la portada de acceso.
Pero cuando entramos en el edificio empezamos a fijarnos en detalles que nos llaman la atención por inesperados. No sólo los arranques de las bóvedas, que fueron góticas y barrocas, sino, sobre todo, el retablo mayor de fábrica, obra clasicista en la que desconcierta lo bien conservada que está la pintura que lo recubre, lo que nos hace hace pensar que el retablo fue totalmente repintado no hace tantos años. Pero aunque sea así sigue extrañando su buena conservación en un edificio que no tiene techo ni apenas paredes. Además toda la ruina está llena de pinturas murales que representan motivos vegetales y algunos angelotes.
Pero lo más curioso es que, ya desacralizada y arruinada, la ermita o lo que queda de ella adquirió nueva vida hará unos veintitantos años al empezar a sucederse allí, a decir de algunos, apariciones de la Virgen, que además -comentaban- hablaba a través de una vecina del pueblo. Por eso las ruinas se han convertido en lugar de peregrinación. Desde entonces comenzaron a acumularse en sus paredes casi derruidas muestras de devoción popular como exvotos, imágenes sagradas, cirios y paños. Incluso están disponibles sillas para acoger a quien viene a visitarla. Habrá gente (que seguro que no juega a la lotería ni vota periódicamente), a quien esta costumbre pueda parecerle ridícula, pero lo cierto es que gracias a estas personas esta ruina sigue siendo depositaria de las peticiones y muestras de agradecimiento de creyentes de la zona (de forma completamente autónoma, además, a la Iglesia oficial con mayúsculas), dándole una renovada vida -espiritual o supersticiosa, que cada cual piense lo que quiera- a un edificio en trance de destrucción. Pero lo más sorprendente no es eso, lo más sorprendente es que los mismos vándalos que hacen pintadas en el templo respeten esas muestras tan íntimas de amor, deseos y miedos que son los exvotos. Eso, por lo menos, sí que es un milagro.
AJCF
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