La leyenda del Castillo de Alconetar: Fierabrás, Floripes y Carlomagno

Esta fortaleza ha sido inspiración de leyendas y romances y referida indirectamente por Cervantes en dos pasajes de El Quijote, la leyenda que os traemos es quizás la más popular que existe sobre este castillo y cuenta lo siguiente:

A finales del siglo VIII, el emperador cristiano Carlomagno luchaba para frenar las repetidas embestidas de los musulmanes en la península y lo hacía con un ejército entre los que se encontraban sus mejores caballeros, los famosos Pares de Francia. Al otro lado se encontraba el poderío islámico, con el caudillo Fierabrás, Rey de Alejandría, a la cabeza, se disputaban no solamente la península ibérica si no también el imperio del mundo.

Fierabrás había conquistado la impugnable fortaleza de Alconetar a través de uno de sus más valientes capitanes llamado Mantible. El caudillo musulmán se encontraba siempre acompañado de su hermosa hermana Floripes, una bella princesa y a la vez un valeroso capitán de su guardia personal. Siendo consciente Fierabrás de la belleza de Floripes la tenía retenida siempre cerca de él, y es que cuentan que Fierabrás se encontraba locamente enamorado de su hermana, pero la gentil agarena con arrogancia despreciaba una otra vez las incestuosas insinuaciones de su hermano, pues ella realmente se encontraba enamorada en secreto de Guido de Borgoña, un excelente paladín cristiano de la corte francesa, al que había conocido en mil y una batallas. Pero quiso el destino mostrarse caprichoso y Guido fue herido y cayó prisionero junto con otros caballe­ros franceses, Fierabrás los detuvo manteniéndolos junto a él, lo que aprovechó Floripes para demostrar su amor hacia el caballero cristiano.

Llegó a oídos de su hermano Fierabrás la declaración de amor de Floripes y ciego de cólera mandó encerrar a los caballeros en los oscuros calabozos del castillo de Alconetar, quedando su custodia en manos del fiero alcaide de la forta­leza, el hercúleo Brutamonte, con órdenes de retenernos allí hasta su muerte. Floripes enterada del nuevo paradero de su amado, decide junto a tres de sus camaristas poner rumbo a la fortaleza del Tajo. Estando ya allí, llama a un confiado Brutamonte que al ver que era la hermana de Fierabrás abre la puerta del castillo, momento que aprovecha la princesa para lanzarse sobre él y hundirle su daga en lo más profundo del corazón. Con premura le quitan las llaves de las mazmorras y abren las celdas para liberar a los caballeros cristianos, pretenden tomar los caballos y las armas y huir a Francia, pero Fierabrás que se había percatado de la ausencia de su hermana se intuía lo que estaba ocurriendo y se presenta junto a un pequeño ejército en la puerta del castillo, al ver el cadáver de Brutamonte en la puerta del castillo con la daga personal de su hermana clavada en el corazón entiende lo ocurrido. Fierabrás sitia el castillo ante la dificultad de asaltarlo, espera su rendición o que fallezcan por inanición, lo que antes suceda. Floripes junto a los caballeros franceses van agotando poco a poco las provisiones y entienden que necesitan avisar al emperador Carlomagno para que venga en su auxilio. ¿pero cómo? Sortean para ver quién hace de mensajero y recae sobre Guido la difícil tarea de sortear las tropas islámicas que sitian el castillo e ir en busca del emperador, el soldado cristiano caracterizado por su valentía y arrojo consigue salvar el cerdo y dar cuenta de la situación a Carlomagno. El emperador se presenta junto a un numeroso ejército en el castillo del Tajo y en una cruel batalla consigue vencer a Fierabrás y a sus huestes. El alcaide malherido, es hecho prisionero y murió desesperado llorando la pérdida de su hermana y su señorío. Guido de Borgoña toma la mano de su amada Floripes, volviendo triunfante a su imperio de la Galia. Pero antes de retirarse, Carlomagno, quiso dejar un cruel recuerdo de su presencia por estas tierras y des­truyó el Puente Mantible para estorbar la vuelta de los musulmanes.

Cuentan que, por los crímenes cometidos, su lascivia e incestuosos deseos, Alá condenó a Fierabrás a vagar errante por las inmediaciones del Castillo de Alconetar y el Puente Mantible. Cuando el agua del pantano se atreve a anegar la torre, a su alrededor se forma un misterioso remolino, por donde dicen que respiran los espíritus con­denados de Fierabrás y Brutamonte. Aún hoy hay quien cuenta que se pueden oír sus gritos y lamento en las cercanías de la fortaleza inundada. Cuentan que en los sótanos del castillo se hallaban dos barriles con restos del famoso Bálsamo de Fierabrás, el ungüento con que fue embalsamado el cuerpo de Jesucristo y al que atribuían el poder de curar las heridas a quien lo bebía. Este brebaje fue robado por Fierabrás y su padre Balán, cuando conquistaron Roma. Durante la lucha sin cuartel entre Fierabrás y Carlomagno y cuando vio el caudillo que todo estaba perdido arrojó los dos barriles con el famoso bálsamo al rio Tajo. Narra la leyenda que la mañana de San Juan junto a la Torre de Floripes emergen por un instante los dos barriles con el anhelado ungüento. Y es que, junto a la fortaleza, cuando descienden las aguas del pantano pueden verse los agujeros realizados por los buscadores de tesoros.

Relatan que cuando los Templarios estuvieron asentados en este castillo tuvieron entre sus manos el conocido como “Sagrado Mantel”. Al ser disuelta la orden, el mantel pasó a manos de la Iglesia que lo escondió en la catedral de Coria.

Esta leyenda ha merecido los más altos honores a nivel mundial, pues sobre ella han escrito Turpín, arzobispo de Reims; Los Romanceros, Calderón de la Barca "La Puente de Man­tible", Cervantes "El bálsamo de Fierabrás", Morales, Ponz, Laborde, Publio Hurtado y otros muchos.

 

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Fuente: Leyendas Extremeñas / José Sendín Blazquez
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