En el siglo X, durante la reconquista, las tropas de Ramiro II de León perseguían a las huestes sarracenas por el Valle del Tormes (actual provincia de Ávila y límite con la de Cáceres). Esta comarca fue testigo de sangrientos combates entre moros y cristianos que la convirtieron en un terreno estéril y baldío.
Los moros se hacían fuertes en un llano de este valle que hoy llaman de la Vega del Escobar, al pie de la vega del río Aravalle. Pero el ejército cristiano muy numeroso tenía sus campamentos muy cercanos y estratégicamente repartidos, el campamento de los señores feudales está capitaneado por el noble don Gil García a uno de los lados, por el otro se encontraba el campamento de Obispos, Abades y religiosos y el rey se sitúaba en el lugar central. Luchan por el cielo y la tierra, los fallecidos en esta contienda serán recibidos por Dios en su seno y en el paraíso por Alá.
El día que ambas tropas se enfrentaron en el campo de batalla fue muy largo, prácticamente interminable, por más que se dilataba la contienda y fallecían soldados no parecía existir un claro vencedor.
Pero cuando se acercaba la noche y el ejercito cristiano pensaba ya en su retirada pudieron observar como desde los valles más altos bajaban unas luminarias que parecían tropas cristianas de refresco. Las ven bajar con mucho brío, como animales salvajes, los moros desconcertados no saben que está ocurriendo, es más tampoco lo saben los cristianos. Y es que los ganaderos cristianos habían preparado esa misma tarde sus vacadas atando en sus cuernos antorchas y esperaron a que se echase la noche para arrear a los animales contra el ejercito mahometano. Los cristianos contemplaron el dantesco espectáculo, luces veloces se movían en zig-zag en todas direcciones, cornadas, atropellos, soldados ardiendo, gritos y bramidos se escuchan mientras el suelo quedó salpicado por una alfombra de sangre y muerte.
En el momento en el que se repliega el ejército mahometano, y volver las vacas a sus lugares, el rey muy agradecido a los heroicos animales exclamó emocionado:
-"¡Tornan las vacas! ¡Tornan vacas! ¡Tornavacas!"
Tornavacas fue una aldea que nació en el lugar donde se dice que tornaron las vacas, cuando llegó a ser villa se le concedió un escudo en el que se representaba una vaca con dos antorchas sujetas a los cuernos, durante la Edad Media se certificaron los apellidos y los villazgos reconociendo así estos hechos heroicos. En los alrededores del lugar de la batalla también nacieron una serie de aldeas con nombres que recuerdan a los participes de aquella batalla, todos ellos en la actual provincia de Ávila: "Casas del Rey", donde se asentaron las tropas de Ramiro II, "Casas del Abad", donde estuvo el campamento de religiosos, "Casas de Gil García", donde se encontró el campamento de este señor feudal y en las estribaciones del pico Calvitero, Santiago de Aravalle donde existe una peña, que aún hoy se conoce como el nombre de "Pie de Santiago". Cuentan también que el apóstol Santiago montado en su caballo blanco participó como guerrero en esta batalla por lo que el "Pie de Santiago" viene a ser una de las pisadas de su caballo. Es a partir de este momento cuando se comienza a representar a Santiago, el peregrino caminante, en forma de guerrero sobre un caballo blanco.
Durante años para conmemorar estos hechos, se celebraron "justas" o "torneos" que rememoraron los hechos victoriosos en el lugar donde acaecieron, más tarde, cuando se olvidó tanta grandeza, quedó una aldea que aún hoy se llama "Justias" o "Hustias" (Ávila).
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